Abundancia con Dios
Mientras estaba en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de perfume muy costoso, hecho de nardo puro. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Algunos de los presentes comentaban indignados entre sí: “¿Para qué este desperdicio de perfume? Podía haberse vendido por más de un año de salario y el dinero haberse dado a los pobres.”
Marcos 14:3-4
Cuando esta mujer derramó lo mejor que tenía delante de Jesús, algunos lo vieron como desperdicio—pero Jesús lo vio como adoración. El suministro de Dios nunca se acaba. Ese frasco de alabastro pudo haber sido costoso, pero Dios podía multiplicarlo una y otra vez. El Reino de Dios no se trata de escasez, sino de abundancia desbordante. La verdadera pobreza no es la ausencia de dinero, sino la ausencia de fe en el suministro ilimitado de Dios. Cuando lo vemos a Él como nuestra Fuente, nunca estaremos limitados por la manera de pensar del mundo.

1. Paso de fe
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca a aguas más profundas y echen las redes para pescar.” Simón respondió: “Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada. Pero porque tú lo dices, echaré las redes.” Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos, y ellos llegaron y llenaron ambas barcas tanto que comenzaron a hundirse.
Lucas 5:4-6
La vida de Pedro cambió en el momento que confió en la palabra de Jesús por encima de sus circunstancias. ¡Sus redes vacías se convirtieron en redes rebosantes! Dios no está limitado por las condiciones naturales. Lo que parecía imposible en la fuerza de Pedro se convirtió en más que suficiente en la abundancia de Dios.
Este momento no se trataba solo de peces—se trataba de que Pedro viera quién era realmente Jesús: la fuente de provisión sobrenatural. La pesca fue tan grande que requirió que otros vinieran a compartir la bendición. Así es como Dios obra. Cuando damos pasos de fe, Su provisión no es solo para nosotros, sino para desbordarse en la vida de otros.
La fe siempre nos conduce a la abundancia de Dios. Puede parecer arriesgado confiar en Él, pero cada paso de fe nos posiciona para recibir mucho más de lo que jamás podríamos lograr por nuestra cuenta.
2. Las riquezas de Dios
¡Cuán numerosas son tus obras, oh Señor! Con sabiduría las hiciste todas; la tierra está llena de tus riquezas.
Salmo 104:24
Este mundo rebosa de las riquezas, tesoros y recursos de Dios—¡muchos de los cuales la humanidad ni siquiera ha descubierto todavía! No hay escasez en la economía de Dios. Cuando creó los cielos y la tierra, declaró que todo era bueno, y lo llenó con más que suficiente para sostener y bendecir a Sus hijos.
Proverbios 10:22 nos dice: “La bendición del Señor enriquece, y Él no añade tristeza con ella.” Las riquezas de Dios no traen estrés, preocupación o pesadez. Su bendición es pura bondad. El mismo Dios que puso oro en el Jardín del Edén (Génesis 2:12) es el mismo Dios que aún hoy llena la tierra de abundancia para Su pueblo.
Al mirar a nuestro alrededor, podemos ver reportes de falta o escasez, pero el Cielo declara: “Hay más que suficiente.” Nuestro Padre ha preparado todo lo que Sus hijos necesitarán—no solo para sobrevivir, sino para prosperar.
3. Lo mejor de Dios
Pero el padre dijo a sus siervos: “Saquen la mejor túnica y vístanlo; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies. Traigan el becerro engordado y mátenlo. Comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron a celebrar.
Lucas 15:22-24
La historia del hijo pródigo es una de las imágenes más claras del corazón de Dios. Después de vagar y desperdiciar su herencia, el hijo esperaba vergüenza y rechazo. En cambio, su padre corrió hacia él, lo abrazó y lo restauró con lo mejor—la mejor túnica, el mejor anillo, la mejor comida.
Así nos trata Dios. No nos guarda rencor por nuestro pasado—Él derrama lo mejor sobre nosotros. Su abundancia no depende de nuestro desempeño; depende de Su amor. Como hijos de Dios, no tenemos que mendigar migajas. Somos herederos del Reino y portadores de la bendición de Abraham (Gálatas 3:29).
Cuando Dios restaura, no lo hace a medias. Nos lleva a lo mejor, porque quiere que el mundo vea Su bondad brillando a través de Sus hijos.
4. Renovando nuestra mentalidad
Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él de día y de noche, para que cuides de hacer conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Josué 1:8
La Palabra de Dios es la clave para abrir la abundancia en nuestra vida. Cuanto más meditamos en Sus promesas, más cambia nuestro pensamiento de escasez a abundancia, de miedo a fe, de apenas sobrevivir a vivir en desbordamiento.
Una mentalidad de pobreza dice: “No puedo. Nunca tendré suficiente.” Pero la Palabra de Dios dice: “Mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Una mente renovada se atreve a creer lo que Dios dice que es posible.

PENSAMIENTOS FINALES
La abundancia de Dios nunca se agota. Él siempre tiene más que suficiente. Sus riquezas llenan la tierra, Su bendición trae aumento sin tristeza, y Su mejor está reservado para Sus hijos.
Somos herederos de Sus promesas, portadores de Su bendición y llamados a caminar en desbordamiento.
Al confiar en Él, dar pasos de fe y renovar nuestra mente con Su Palabra, entramos en la realidad de Su Reino: una vida de abundancia, bendición y victoria.